En la edad media cristiana el espejo se tomó como sí bolo de virginidad y pureza de María. En el renacimiento este objeto cambió de sentido y se vinculó a la vanidad por eso suele aparecer en los cuadros de vanidades, recordando la fugacidad de la belleza, como lo muestra cuadro La Venus del espejo, Velásquez, que se ha atribuido numerosas connotaciones, como si Venus estuviera esclavizada, a su belleza ya que se mira al espejo.
Este es un elemento con el cual Velásquez continuamente juega en sus obras, para jugar con el espectad y con el espacio.